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Relacionan el consumo de marihuana con el desarrollo de enfermedades cardíacas

Según datos de la Fundación de Ayuda contra la Drogadicción (FAD), en España más de medio millón de adolescentes y jóvenes (28,6%) han consumido cannabis en el último año. Casi un 18% de ellos y ellas – en torno a 90.000- ha realizado un consumo problemático que implica problemas de salud mental, de relación y/o dificultades para el aprendizaje, entre otras consecuencias.

Ritmo acelerado y presión arterial

A todos estos perjuicios, ahora se unen los potenciales efectos nocivos en el corazón. La razón es que que inmediatamente después de fumar cannabis, se acelera el ritmo cardiaco y la presión arterial. Además, la marihuana libera sustancias nocivas similares a las del tabaco, que perjudican no solo a los pulmones, sino al sistema cardiovascular.

Las alteraciones en el ritmo cardiaco -como taquicardias o fibrilaciones- son algunos de los riesgos que pueden producirse tras fumar marihuana.

Un grupo de evidencias sugiere que el cannabis no está libre de daños y puede causar enfermedades cardiovasculares, por lo que, la decisión de consumir cannabis debe considerarse cuidadosamente frente a la posibilidad de una enfermedad cardíaca grave.

Las conclusiones de uno de los últimos estudios basados en el testimonio de un millón de personas inscritas en el programa ‘All of Us’ de los distintos Institutos Nacionales de Salud de Estados Unidos.

Se identificó un grupo de consumidores diarios (4.736 personas), semanales (2.720), mensuales (2.075), quienes consumían una o dos veces en tres meses (8.749) y quienes nunca consumían (39.678 personas).

Años más tarde, analizaron el estado de salud de los distintos grupos. Así, descubrieron que los consumidores diarios tenían un 34% más de probabilidades de ser diagnosticadas con enfermedades de las arterias coronarias que aquellos que nunca consumían marihuana.

También hallaron que quienes consumían una vez al mes no tenían un riesgo superior a quienes nunca consumían. Los investigadores constataron que sus hallazgos se sostenían incluso cuando se descartaban factores de riesgo habituales, como edad, sexo, presión arterial alta, colesterol, diabetes tipo 2, obesidad, consumo de tabaco o alcohol.