Cualquier adicción puede convertirse en un peligroso enemigo. Ninguna persona está exenta. Sin embargo, no todos se convertirán en adictos. ¿Qué es la adicción?
Se considera adicción cuando se desarrolla una dependencia psicológica, es decir, una conducta repetitiva y compulsiva con respecto al uso de una sustancia. Coexisten la dependencia psicológica y física –que es la respuesta del cuerpo ante esa sustancia-.
La definición de adicción aplica a la compulsión y repetición del uso de alcohol, nicotina, drogas opiáceas como la heroína, también la cocaína y otros estimulantes. Pero, ¿qué hay del juego o del sexo también? Mucha gente se embarca en estas conductas hasta el punto de convertirlas en algo peligroso para ellos mismos –y sus familias-.
Circuitos neuronales
La adicción está atribuida a características personales, como puede ser una baja de moral, una química diferente en el cerebro, enfermedades mentales o traumas. O simplemente contar con las amistades equivocadas.
Los mecanismos neuronales a través de los cuales las drogas actúan están presentes en todos los cerebros y son tan poderosos porque movilizan funciones básicas que están designadas para garantizar la supervivencia de la especie.
Si bien hay drogas más adictivas que otras, en experimentos con ratones por ejemplo se percibe la cocaína como una de las más peligrosas, hay otras como la nicotina o el alcohol que las personas ignoran sobre sus peligros. Si se juzgara la droga más adictiva de acuerdo con el mayor número de personas que tienen dificultades para dejarla, la nicotina sería la ganadora.
Cuando a un adicto se les muestra una imagen de la sustancia que consume, como la cocaína por ejemplo, y se monitorea su actividad cerebral, reportará un anhelo por esa droga y al mismo tiempo, el cerebro activará un sistema de recompensa.
El rol de la dopamina
La dopamina –un neurotransmisor que está presente en diversas áreas del cerebro- es la que anticipa que vendrá una recompensa, según describen los científicos.
En un experimento desarrollado en Canadá, estudiaron a una rata macho cómo se comportaba cuando le presentaban a una compañera hembra. El receptor sexual de su compañera generó un alto nivel de dopamina y fue exactamente igual al que tendría si le suministraran alguna droga.
El lado oscuro: la baja del placer
Disfrutar ese rush de placer de una droga es sólo una parte de la adicción. Para los adictos hay un lado oscuro también como el yin y el yang.
Los síntomas de la ‘retirada’ de ese placer son diferentes según cada sustancia. Por ejemplo, la disminución de una droga opiácea causa síntomas de enfermedad como si fuera un resfrío. En general, los consumidores de drogas tienen como una especie de resfrío, sudores, nariz húmeda, diarrea y en general se sienten doloridos. Un alcohólico, por ejemplo, se sentirá inquieto y ansioso. Sin embargo subyace a todos los adictos esa sensación de ‘retirada’ que es como una marcha atrás de todo el placer que puede llegar acompañado por un fuerte deseo de volver a consumir.
Y así empieza. Tratando de evitar esos sentimientos desagradables de la retirada y así, satisfacer el deseo de un nuevo consumo.
Mucha gente toma alcohol ocasionalmente o consume cocaína en una fiesta. Sin embargo, para muchas personas, esa primera experiencia puede convertirse en un uso continuo. Por ejemplo, mientras que el 50 por ciento de la población adulta de Estados Unidos toma alcohol ocasionalmente, sólo un 10 por ciento lo hará de manera frecuente y un 5 será adicto.
Algo pasa claramente para llegar a ese extremo. Muchos adictos describen ese cambio en el cerebro como la transformación de un pepino a un pickle: ya no puede volver atrás.
Muchos científicos creen que ese cambio gradual ocurre en el sistema de recompensa del cerebro y a cómo se adapta ante la continua presencia de la droga. Esto es fácil de comprender: con una estimulación diaria de una droga adictiva el sistema de recompensa espera este estímulo artificial. Cuando una persona lo corta de manera abrupta, este sistema se apaga. Hay un cambio bioquímico en el cerebro de un adicto.
Por ejemplo, los ex consumidores de cocaína manifestaron que dejaron de sentir placer luego de abandonar la droga. Es un golpe muy fuerte, pasar de recibir un gran estímulo junto con la droga a no sentir nada.
¿Hay una química diferente en el cerebro de un adicto?
Si cualquier persona con cerebro puede ser un adicto, ¿por qué no todos lo son? ¿Es posible que sólo algunos tengan un circuito de placer anormal y que las drogas los hagan sentir mejor? ¿O que sus circuitos no funcionen del todo bien y por eso se inclinen a tomar alcohol, fumar o consumir cocaína para sentirse normal?
Esto puede darse en uno u otro caso. Pero sería igual al cuento del huevo y la gallina. ¿Quién llegó primero?
Si hay una función cerebral que es anormal, es imposible saber con los años si esa anormalidad fue causada por el abuso de sustancias o si ya estaba así de antes.
Algunos científicos estudiaron esto con los hijos de alcohólicos. Hay ondas cerebrales que cambian y que se han notado en alcohólicos y sus hijos. Sin embargo, aún no se entiende el resultado de esta anomalía. Y más aún, si conociéndola puede prevenir una posible adicción.
En estudios con animales que tuvieron un libre acceso a la cocaína, sólo un porcentaje -una quinta parte- se volvió adicta.
El papel de los genes
El genoma humano reveló algo de todo esto. Por ejemplo, se sabe que algunos genes despiertan adicciones específicas. Uno de los predictores genéticos del adicto a la nicotina es un gen que controla la baja de nicotina en el hígado.
Muchos científicos consideran que la drogadicción involucra un desorden de muchos genes. ¿Podrían arreglarse? Aún no.
Sin embargo, biología no es destino, dicen. La gente es más que un cúmulo de genes. Una persona que atravesó un gran trauma en su infancia, quizás abuse de sustancias como la forma que encuentra para atenuarlo.
Lo cierto es que no se sabe exáctamente qué química del cerebro conduce a esta vulnerabilidad.
Con los años, la personalidad obsesivo compulsiva fue señalada como la más propensa al consumo de sustancias. Ahora, se sabe que las personas impulsivas son las que más problemas de abuso de sustancias tienen.
Científicos del National Institutes of Helath examinaron monos durante su crecimiento que fueron descuidados o abusados por su madre y encontraron diversos problemas de comportamiento en su etapa de adultez. Tendieron a involucrarse en peleas y cuando les dieron la oportunidad de tomar alcohol lo hicieron en exceso. Esto no fue una tendencia genética porque eran perfectamente normales.
Significa que esos cambios de comportamiento produjeron cambios en el cerebro. El mono bebedor de alcohol mostró menores niveles de neurotransmisores de serotonina en el cerebro.
Lo que el estudio trató de probar es que las experiencias tempranas de vida producen un cambio duradero en el cerebro que contribuye con los comportamientos futuros.