El consumo de alcohol en la adolescencia aumenta las posibilidades de desarrollar en la edad adulta un consumo abusivo o una dependencia de bebidas alcohólicas. En la actualidad, todas las adicciones son consideradas como una enfermedad que requiere un tratamiento multidisciplinar y personalizado. En España, según datos de la Encuesta sobre uso de Drogas en Enseñanzas Secundarias en España en jóvenes de 14 a 18 años en 2016, los adolescentes empiezan a consumir alcohol a los 14 años de promedio.
El 76,9% de los jóvenes entre 14 y 18 años ha bebido alguna vez en su vida y el 1,6% lo ha hecho diariamente el último mes. Durante los últimos 30 días, el 21,8% se ha emborrachado y el 31,7% ha bebido cinco o más copas, vasos o cañas de alcohol en un tiempo aproximado de 2 horas (binge drinking o consumo en atracón). Las mujeres beben y se emborrachan más que los hombres, sin embargo, declaran menos consumo diario y menos binge drinking.
El consumo de alcohol afecta al desarrollo del cerebro adolescente.
El cerebro se desarrolla en los humanos de un modo progresivo, y es precisamente en la etapa adolescente cuando ocurren cambios más trascendentales. Los efectos del alcohol son diferentes en el cerebro de un adulto y en el de un adolescente.
Para una cantidad dada de alcohol, los adolescentes son más susceptibles que los adultos a algunos efectos, por ejemplo, a los efectos relacionados con la memoria y el aprendizaje y son menos propensos a verse afectados por los efectos sedantes causados por el alcohol.
Tras el consumo abusivo aparecen diferentes efectos como la pérdida temporal de memoria.
Es probable que los más jóvenes, en un episodio dado no recuerden nada, experimenten un fallo total de memoria, sin posibilidad de recuperación debido a los efectos de las altas concentraciones de alcohol en los centros cerebrales relacionados con la memoria (especialmente el hipocampo), lo cual es poco común en adultos.Los jóvenes podrían estar bebiendo durante más tiempo que los adultos debido a que son menos susceptibles al efecto de sedación.
El mecanismo cerebral de este efecto no se conoce totalmente, es probable que se relacione con los receptores GABA, puesto que el sistema GABA está implicado en los efectos sedantes y motores del alcohol.
Receptores GABA y sus niveles finales
Los niveles finales de los receptores de GABA no se alcanzan hasta la edad adulta temprana: los adolescentes tienen menos receptores de GABA en los que el alcohol podría actuar. Así al llegar a cierta edad (es decir, a los 20 años), simplemente no puede beber del modo en que solía hacerlo.
El consumo de alcohol puede producirse de forma crónica mantenida o bien ocurrir su consumo excesivo de una manera episódica. Estos patrones de consumo de alcohol entre los jóvenes son bien reconocidos, aunque es más frecuente la ingesta excesiva en forma incidental. Con el consumo episódico se elevan bruscamente los niveles de alcohol en sangre, hasta límites que se consideran tóxicos. El cerebro adolescente es muy susceptible a los efectos perjudiciales del alcohol, ya que en este período de la vida se dan unos cambios en la maduración y el desarrollo cerebral, como son: una mayor mielinización, más conectividad funcional y más plasticidad del hipocampo. En el cerebro adolescente se producen importantes cambios en su desarrollo a nivel neuroquímico y en la composición del tejido cerebral.
Consecuencias del alcohol en adolescentes
Los jóvenes rara vez presentan cirrosis hepática u otros trastornos, que se suelen presentar en los adultos tras varios años de abusar del alcohol. Las últimas investigaciones científicas han demostrado que el consumo de alcohol en la adolescencia, y especialmente el consumo “en atracón”, puede afectar el sistema nervioso central a distintos niveles:
- Interfiere en el desarrollo del cerebro que atraviesa un periodo crítico de cambios durante esta etapa, limitando su futuro y su potencial individual.
- Afecta, entre otras, la zona cerebral relacionada con la memoria y el aprendizaje (hipocampo).
- En los casos en que el consumo de alcohol produce síntomas de resaca o abstinencia, se producen daños sobre la memoria, el aprendizaje y la planificación de tareas.
A consecuencia, se producen alteraciones de las relaciones personales, del rendimiento escolar, comportamientos violentos y conductas peligrosas para la salud como prácticas sexuales de riesgo o conducir bajo los efectos del alcohol.
Como conclusión, los adolescentes deberían conocer los graves riesgos a los que se exponen. Deberían evitar el alcohol, o bien beber en pequeña cantidad y que no sea regularmente. Sin embargo, la evidencia indica claramente que lo mejor sería no beber en absoluto. Los hallazgos de los investigadores sugieren que son precisos más esfuerzos dirigidos a apoyar y educar a los padres mediante mensajes positivos sobre cómo pueden influir en el comportamiento de su hijo y enfatizar la importancia de la propia bebida de los padres y lo que sus hijos ven y piensan acerca de esto.
Las instituciones como canales de información y comunicación
Las escuelas también deberían ser un canal de información, recibiendo mensajes específicos y actualizados para que los padres fomenten acciones en los momentos críticos del desarrollo de sus hijos.
En las escuelas se debería comentar y criticar las percepciones incorrectas y los falsos mitos sobre el consumo excesivo de alcohol por parte de grupos de jóvenes y lanzar normas sociales positivas: “no todos lo hacen”.
Se ha de reconocer que no podemos vacunar a nuestros niños contra el posible uso de drogas; sin embargo, podemos desarrollar su capacidad de reacción si entran en contacto con el alcohol u otras drogas, o si han de afrontar otro contratiempo, podrán así estar preparados, ‘recuperarse’, o bien proceder con éxito y con el mínimo de problemas posible.
Ana Ces, coordinadora programas Fundación Forum